Silencio.
Cuando un réquiem suena
el vacío arrasa los sentidos
y las palabras se achican,
los gestos se inhiben,
las miradas caen.
Cuando un réquiem suena
el aire se vuelve áspero
y la lluvia araña las pieles.
Cuando un réquiem suena
se instala esa impresencia
y un ambiente de derrota,
de condena a lo absoluto.
Cuando un réquiem suena
nos azota la conciencia
de sabernos vulnerables,
finitos, no renovables.
Cuando un réquiem suena
todo lo demás calla.
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