Hay mucho humano obstinado en costumbres caducas,
perpetuando protocolos de absurdo origen,
entregando lo estipulado sin importar a quién se dirige,
agachando las ideas ante un papel certificado
por algún otro humano que le reza a jerarquías.
Hay mucho humano estancado en lo conocido,
sentado cómodamente en el banco del patíbulo,
cuchicheándole al verdugo las miserias de algún otro.
Hay mucho humano frustrado, engañándose a sí mismo:
va cayendo en el abismo y piensa que está volando,
y el peso de sus ahorros lo hunde mucho más raudo.
Hay mucho humano siguiendo el camino sugerido,
atrapado en los designios de un dios bastante cuadrado
que a la hora del discurso lee libros polvorientos
sin dejar al sentimiento siquiera meter bocado,
y así termina oxidado en absurdos mandamientos
que otros han proferido y él los cumple desganado.
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