El tiempo me persigue, me alcanza y clava sus agujas en mis ideas.
Los segundos son la sombra a punto de atraparme,
el desprecio que tienen los momentos por uno cuando finalizan abruptamente,
los apuros llamando a la ansiedad que se vuelve una comezón desesperante,
la espera siempre impuntual, o el punto final tan en punto.
Y la muerte en el aire, aproximándose sin cesar.
Los procesos que no se producen del lado de afuera,
llegan al mundo cuando nadie los espera.
Y a veces el destiempo asesina su progreso.
Por eso, lo mejor sería divorciarse del tiempo,
sacarse esta alianza de tics y tacs de encima
y liberar las ganas al cielo abierto.
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