Oigo cada vez menos preguntas, veo cada día más respuestas.
¿Será por el bombardeo de información? ¿por la pérdida de la curiosidad? ¿por la anestesia de las pantallas? ¿por el ritmo frenético de esta metrópolis? ¿por la mediocridad conformista del hombre moderno?
O, quizás, será que a las preguntas las tienen monopolizadas los que inventan las respuestas.
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