Las llagas de la luna:
estigmas enredados
entre los astros breves,
rumores y arrabales
que brotan de los bares
(sirenas infalibles
para nuestra ceguera
de absurdos paraísos).
Tormentas desatadas
entre las sombras grises
que decoran de muerte
tu calle en duermevela.
Sin embargo el aliento
que susurra la noche
es deseo obsesivo,
incesante ansiedad.
Se empañan los faroles,
renace el vil olvido
(ese que sabe a antídoto
cuando envenena bien)
y entonces inventamos
un presente perfecto:
donde no sé mañana,
donde no importa ayer.
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