Estoy entreverado en la intensidad de un trueno rojo.
Ya no distingo ni mi cáscara ni sus pétalos:
es todo un incendio caótico, amor en llamas
quemando la tarde como Sol de montaña.
No existe acá la razón, el reparo se fugó
y nos dejó ardiendo sin ningun temor.
Entonces encastramos los instintos
y alcanzamos la delicia misteriosa
de lo sublime hecho instante
para dos almas llameantes.
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