Me devoro a tragos tus besos,
los bebo con lujuria,
los muerdo, empantanado
en el borde del infierno
en la esfera del parnaso
en el límite mundano
de la muerte y sus atajos.
Abrevo de tu nada
que se me ofrece toda
en fuentes diminutas
o esquinas apremiantes.
Ignoro los designios,
descreo de los sabios.
Escucho a mis latidos
-con su lenguaje extraño-
vibrando la receta
para salir volando.
Respiro los sonidos
que cantan en la noche:
son parte de mi sangre,
circuito intransigente.
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