cayendo sobre el presente,
despiadada eternidad
royéndome el ala diestra
su abyecta voracidadperseverante, siniestra.
La sangre rebalsa el río
que rueda por la montaña
y envenena los océanos
con una toxina extraña.
La noche va a la deriva
sobre un bote de cartón
a besar la espuma-orilla
del vidrio en el corazón:
un espejo sin reflejo,
ni fondo, ni inspiración.
¡Delicioso maleficio!
¡Vorágine sideral!
Se cosechan las proezas
en este rastro de sal:
estrellas recolectadas
por fuera del espiral.
Antídotos sin receta,
veneno de lo normal.
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