Voy vagando errante y veo este prado bélico
trato de huirle, y te busco, amor.
Me das una flor que se hace agua, y mis dedos
tratan de retener desesperadamente
ese espectro de tu especie.
Ahora sos del suelo, que te bebe
y crece una orquídea de ensueños
para embelesar a ojos imprudentes
(ojos como los míos,
curiosos e insaciables
de color y de vida).
Mi riel sigue llevándose un cuerpo
que se erosiona por la brisa y la quietud
y un alma absorbe esa juventud,
de cara a la luna
y a un delicioso salpicón de estrellas.
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