Posponer es, a las ganas, como un alfiler para cualquier burbuja onírica. Se trata de la amenaza tajante e impía que se cierne sobre los actos de arrojo, ya sean cotidianos o excepcionales.
También debemos entrenarlas: son el músculo de la felicidad, y si lo dejamos en la flojera, se vuelve débil, y será incapaz de alzar el vuelo cuando su necesidad lo reclame.
Ellas necesitan ser reconocidas, un poco halagadas. De los pequeños arranques brotan un sinfin de tallos con el buen tiempo, y si el sol bendice sus verdes, estarán biencaminados.
Y "cuando el carro anda, los melones se acomodan".
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