Ser tan celoso de mis miserias a veces resulta peligroso.
Me vuelvo un ermitaño que no deja sus sombras, como un vampiro autodidacta.
Quizás sospechen, quizás fantaseen, quizás se persigan... yo no estoy dentro de cada mente, a veces ni siquiera puedo entrar en mí mismo, y me quedo golpeando la puerta o sentado en el felpudo que dice, irónicamente, "Bienvenidos".
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