Todo el amor desparramado por el pasto, con testigos inmuebles, con el alma hecha un parque.
Mis yemas, tu clara,
y de ese cascarón
va brotando un color.
Un sinfín de besos que bien podrían ser estrellas por la perfecta noche que las acunaba y el ángel que me los repartía sin ninguna mesura, pero con perfecta suavidad.
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