El corazón, partido corazón,
lento ya, extrañando la furia,
se divide entre las alas sin espalda,
y los ígneos tridentes.
¿Y por qué no los dos?
¿Por qué las mentiras?
¿Por qué el crédito popular
a un apartheid psicológico?
¿Por qué depositar
en la magra miseria
al soñador desvelado?
¿Por qué un desvelado
es peor que un cuervo?
Esta letanía de preguntas
me hace inmune
a la aceptación.
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