de donde abunda el color de la esperanza.
Por descontar baldosas ya conocemos
su siempre errante bruma fantasma.
Se van los besos por los rincones,
y da igual que sean soles
lunas o nubarrones.
Surgen oasis que no existían:
los espejismos de un gris desierto
donde descansa el silencio
del caosónico que lo aturde.
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