llevándome por su cause
hasta los verdes misterios
que esperan ser develados
por este espíritu ansioso
de volver a sus altares
para sentir consagrado
el amor que lo desborda.
Llama desde lo inmenso
sin límites, su belleza
que jamás pierde sorpresa
cambiando o permaneciendo.
Llama, y es una urgencia
que tiñe todo lo vivo
con la obsesión del regreso
inminente, delicioso.
Llaman sus brazos enormes
reclamándonos mil sueños
que se han quedado durmiendo
al comenzar nuestra ausencia
y hoy piden resurrecciones
en favor de sus paciencias.
Allá vamos, Alazanes
a sus libertarios prados,
pegados a los Quebrachos
que ahuman nuestro banquete.
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