No hay demasiada luz por aquí
pero algo se mueve, algo está vivo
en ese teatro que dice estar muerto,
y lo jura con su manto de silencio
con su total quietud mortecina
con el aroma a rocío dormido...
Algo recorre las calles
como si fueran venas
por las cuales fluye
imprescindible energía
llevándole al tiempo
lo que duerma su andar
o lo distraiga de nosotros.
Mientras, algunas nubes
llevan su llanto indeciso
para destinos inciertos
(siempre este otoño
tan histérico y sensible).
Y en el velorio oscuro
se cuela algún sonreído
para avisar que la muerte
fue la primera en llegar.
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