no alcanza para los sedientos de encierro.
Su pasión de claustro, irredimible.
Todo tan controlado...
No se darán cuenta del caos
que los fagocita constante
mente en laberinto.
Un recinto impenetrable, nada amable
(de sentir ni hablar)
(ni de hablar más allá de un aparato).
Y yo, que no quiero
perderme en los adentros,
a veces me encuentro
sorpresivamente
con paredes repentinas.
Paredes que preciso atravesar
para no claudicar
en una jaula personal.
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