Ya es de noche, más de media noche. Está bastante osuro.
Afuera anda una Buenos Aires rara, húmeda, más luctuosa que de costumbre.
Con cataratas de sollozos contenidas por un bostezo interminable.
Y acá adentro está bastante opaco, e inquieto. Pero por suerte en silencio ahora.
Pasa un colectivo. E interrumpe el ángel que vela los sueños más añejos, como siempre antes de dormir. Eso es un milagro que tengo a favor.
Y ahora, con otro colectivo, vuelvo a lo oscuro.
Pero me rescata, no sé por qué, otro alado-de-al-lado. De esos que te sostienen por la mano.
O por los hombros, cuando te vas a caer en espiral abisal.
Quizás mejor vuelvo al negro de los colores.
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