El tiempo embadurna
con su fragilidad
los momentos felices
y, de un plumazo
se vuelan las estrellas
como chispas fugitivas
de un fuego efímero
que ardió el infierno
y reposa en cenizas
apilando la memoria.
No quiero ser la repisa
donde acomodo los libros
que jamás volveré a leer,
ni el ladrillo estéril
de un paredón infranqueable
protegiendo al miedo
(¡y a nadie más que al miedo!).
Esta hojarasca alimenta
a la próxima primavera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario