algún brillo habrás de hallar,
y serás entonces un buen lunático
de idóneo corazón noctámbulo.
Vas a estar algo ocupado
buscando las sensaciones
deshojándote estaciones
cayéndote de parado.
Amarás los atardeceres intensos
(esos místicos túneles diarios),
para poner la mente en juego
y a lo real sacarle el jugo
que esconde entre las luces
como cáscaras de lo sensible,
que es el latido sin la piel
o un vuelo exento de su ave.
Te volverás fuego; y odiarás
apagarte, y ser muerte cenicienta
esperando una ráfaga amiga
que te exorcice de la quietud.
Y la eternidad tendrá el sabor
incomprensible de lo hermoso
cuando se hace inalcanzable.