jueves, abril 28, 2005

Dos que se quieren ¿se dicen cualquier cosa?

Ojos que quieren ver
porque lo pide un corazón
que se saca el armazón
y prefiere comprender
antes que irse a correr
ciego, sin dirección.

Pero tu mano me tapa
lo que decís (en partes)
casi queriendo ocultarte
por detrás de aquella capa,
como una sombra que escapa
sin concluir con su arte.

Y yo me quedo perplejo
queriéndote sin querer,
ya que no puede caber
este amor en un espejo
¿el sentir dónde lo dejo
si no te logro entender?

martes, abril 26, 2005

Vacío
abierto
tan mío
tan cierto,
navío
experto.

sábado, abril 23, 2005

En tránsito por un desierto bastante mío, donde hay pocas palmeras y mucha sequía, aridez por doquier, en todos lados. Los oasis son sólo espejismos múltiples que se hacen arena con mi toque, como un Midas nefasto. La vida acá es nula.
Y yo... camino. Sin rumbo. Pateando mi sombra, que es la única que se carga mi soledad al hombro, y buscándole una salida a esta nada dorada que invade toda mi visión y el resto de mis sentidos. Me pregunto cosas que jamás existieron en un mundo real, y busco lo mismo, pero... claro, no lo encuentro, y la desesperación empieza a salir de abajo de cada uno de los granitos que conforman el paisaje. Es insoportable.
Ahora, ya mismo, un espejismo... por favor. Lo necesito. No importa que sea de mentira, preciso engañar un poco a mi mente para que deje de torturarme con su cruda verdad que no aporta nada al caso, sólo dolor.
Empieza a irse el sol con ritmo cansino, como si le pesaran los pies, y mi desesperanza me clava un gancho en la sien, la conciencia toma la posta ahora de una vez por todas, y las tinieblas son cada vez más densas. Ya no hay luz. De mis pies para arriba, tinieblas. De mis pies para abajo, arena. Y yo, en el medio, como una espina en la noche.
Definitivamente se instaló el frío, que era lo único que faltaba. Me corta la piel con los vientos minerales, y desgasta de a poco lo escaso que queda de mí. Pero nunca llega al final. Jamás se atreve a extinguirme, nomás me lleva a una agonía lastimosa en la que sólo soy retazos de un cuerpo destruido. Y resucito con el alba, pero saboreando esa amargura de que la eternidad que me queda es un suplicio difícil de sobrellevar si no tengo más abrigo que mi sombra, que encima se va con el Sol.
Estoy cansado de luchar contra el desierto.

viernes, abril 22, 2005

Es mucho tiempo... demasiadas esperas, de las más amargas, sin que los frutos se puedan siquiera olisquear como una pequeña presa de la ansiedad, del deseo insoportable de ver nuevamente ese set redondo y demoledor, que reacomoda los sentidos y el corazón, que deja ver un poco de verde en esta ensalada de mediocridades grises.
Da tanto miedo esa gracia que ni siquiera quiero pensar en lo imposible del furor. Es tan tenebroso este compromiso de almas que tengo con aquel rey, que hipotequé medio pecho por un beso en la frente, y ahora estoy tambaleando en una balsa renga sobre este arroyo de oscuridades, flotando a la deriva.
Un poco de rock... aunque después de tan alto vuelo se caiga y se haga trizas. Un poco de rock, y ahí mismo, en el seno del rock, llegar a eternizarme en una muerte pletórica. Esa última punzada, ese último riff, un alarido que desgarre este retazo de alma y ya, para irme con paz y rock al infinito.

miércoles, abril 20, 2005

Muévete misterio, baila
que mis ojos se tapan sus ojos
para no ver la oscuridad,
y soñar que las tinieblas
son solo las manos que puede sacar
cuando la luz sea urgente.

Gira, pisa y vuelve
furtivo caballero
y que tu velo se encargue
de amortiguar los disgustos
mientras alguna solución
transita, pensativa,
por la cubierta de esas mentes
que son capitanes de la bajeza.
A la ciudad ni la rozo
entre esta dulzura leve
y el hueco que abriste
cuando me di cuenta
de todo lo que se va con vos
cuando te perdés de espaldas a mí
en lontananza de la avenida,
atrás de un vidrio imbatible
(quizá por el vidrio
o quizá por el tiempo,
la velocidad, la distancia,
la vida).

martes, abril 19, 2005

Fantasía Es, Ríos Negros, Eternos Tragos.

Madriguera de la noche
que es oscura como ella.
Duerme en una botella
con su espíritu fantoche
Es pecado su derroche,
es néctar de las estrellas.
Noche.

Descansando en la noche
me topé con tu coche
y terminé en un desierto
con los ojos abiertos
la sonrisa torcida
la mirada perdida
un destino frustrado
con dolor de antemano
un engaño precoz
pudre el cielo de a dos
la posible sospecha
oscurece la fecha
y erosiona los velos
que apaciguan mis celos.

lunes, abril 18, 2005

Pateando las calles sin tocarlas
a centímetros del suelo
y de la realidad.
Me lleva el viento,
me cuelgo de su cola
como si fuera el último vagón
de un tren que me hace flamear,
y gira por la ciudad.

sábado, abril 16, 2005

La caja.

Es tan fácil de explicar y tan difícil de experimentar...
Llegué a la vida con una caja. Tuve padre, madre, familia. Tuve todo lo que cualquiera pudo querer, y una caja, de la que me separaron al nacer y la ocultaron mientras pudieron.
Tuve y tengo amigos, gente que quiero, amores, pasiones, artes, magias y no tanto. Tuve pequeñas metas, y placeres, y sol y Luna y estrellas, cosas que a veces todavía tengo.
Pero... un día tuve, claro, una inquietud. Y ese fue el principio de la decadencia, como cuando le prohiben la manzana a Adán.
Un día, lamentablemente (o no), pasé la barrera de mi pensamiento convencional, mi introspección se desgarró en sí misma, y abrió sus tejidos hacia un pozo oscuro que necesité explorar. Y allí había una caja. Caja que rescaté de esas tinieblas. Caja a la cual miré primero con miedo, luego con respeto, más tarde con curiosidad y finalmente con desesperación (una desesperación completamente amorfa, sin pies ni cabeza, sin razón aparente, pero que ahoga).
Entonces me tiré sobre ella, como un instinto, y la abrí... pensé que sería mucho más complicado, pero me alcanzó con levantar la tapa, y así encontrar... otra caja.
Volví a levantar la tapa. Volví a sacar una caja.
Otra tapa, otra caja, otra tapa, otra caja, otra tapa, otra caja. Repetí el proceso una, diez, cien, mil veces. Más también. Y siempre una tapa y una caja.
Todos los segundos, todos los minutos, todas las horas, todas las semanas, todos los meses, todos los años: otra tapa, otra caja.
¿Hasta cuándo voy a encontrar cajas adentro de las cajas?
Eso es mi vida: la incesante, ansiosa, desesperante y casi insoportable búsqueda de LA caja, de algo que no tengo idea de qué se trata, pero que dicen que hay...

jueves, abril 14, 2005

Desde este pequeño oasis de la conciencia vuelvo a decir lo que alguna vez te pedí: no dejes que mis manos te suelten por miedo. Esta vez no sé bien a qué es... pero está completamente descontrolado en mi cabeza, rompiendo todo, no se detiene, no quiere hacerme caso, es como una bestia impetuosa que sólo quiere destruir, sin más.
Solo son fantasmas que roen mis esperanzas.
Ya en otoño, ya cayeron mis escamas... quizás ese sea el problema. Quizás tener el corazón en carne viva duela como la hostia y el sufrimiento me azote las neuronas con sus artimañas, y entonces yo flaquee ante tanta sevicia, pero asimismo, mientras nuestras manos estén enredadas, no me puedo caer.
Eterna la lucha entre mi cabeza y las preguntas.
De tanto existencialismo mi baqueteada mente ya no encuentra una cama, ni siquiera un montón de paja para poder descansar el rato. Estoy que estallo de cuestionamientos que en realidad, como un embudo, terminan siempre en la pregunta final, que no parece encontrar respuesta, y esa ignorancia me desespera. No tanto por la ignorancia en sí, sino por lo que eso conlleva... por el vacío que se expande a partir de ese agujero negro en mi interior.
Encontrar todo tan efímero resulta insoportable. Tener esa certeza de que las fechas de vencimiento van a llegar, tarde o temprano, a cada rincón de mi pequeño universo, es como un domingo gigante, como un torneo.

"... nadie puede escaparse si todo es una prisión..."

miércoles, abril 13, 2005

Miedo.

Me acosa el terror... me agarra de los hombros con sus manos firmes, me tira de espaldas a la pared y me aprisiona entre sus brazos, susurrándome palabras de tétrica índole, haciendo que mis oidos sean una tortura de guerra cuasi insoportable. Estoy acorralado, no hay direcciones de escape y mis pies se congelan por el sudor helado.
Quiere ahorcarme, aprieta mi cuello que es tu luz, y trata de quebrarlo. Me paraliza y sigue con su perorata de frases que se apilan sobre la ya infernal inseguridad. Usa la ironía, la suspicacia... quiere derrumbar todo mi monte de cristal con un grito de rabia.
Sangra mi audición, y se torna todo tan pálido... creo que me quiebra. Pero es tan reacio a fulminarme de una vez por todas, que las mínimas ascuas que adornan mis hombros arden por el viento, y me hago de fuego, su abrazo mercenario es ahora un suicidio involuntario. Gira sobre sí mismo tratando de apagarse, pero ya no hay vuelta, y se consume, se derrite, se evapora, se hace nube que me espera, que acecha mi distracción para lloverme encima y otra vez ametrallarme con dudas.
Y vos, mi cuello, mi luz, mis brasas, mi viento, mi paraguas, mi impermeable... sos la heroina de este episodio, que ojalá derive en serie, en duo más que dinámico, en una enorme batalla ganada al horror y a todo lo que nos hace daño.

"... mi ejército no tiene bandera, es solo un corazón..."

domingo, abril 10, 2005

Navegando las miserias... o mejor dicho, mis miserias, que no sólo son las que toco, y esperando impaciente el guiño de la claridad para salir por ese tunel a la luz, a la intemperie refrescante.
Los tiempos no concuerdan, y se hacen una maraña imposible de desatar, de separar, de vivir.
Los pasos, como los tiempos, tampoco se ponen de acuerdo.
El acuerdo mismo no se pone de acuerdo. Nada está bien así.
Si ni la magia alcanza para aprender un poco... si ni con ese arte puedo despertarme... entonces presiento que este va a ser el mismo domingo gris de todos los domingos, de todas las semanas.
Otra vez la máscara, el personaje, la complicidad de plástico. Otra vez el disfraz.
Ojalá al menos no llueva y vuelva a quedar desnudo frente al rebaño...

jueves, abril 07, 2005

¿Adónde irán a parar las hojas que se escapan de los árboles? ¿Qué hará el viento con esas flores secas que se suicidan antes del invierno para no tener que soportarlo?
Necesito ese lugar, conocerlo, tenerlo de aliado para aguantar el crítico estado de este endeble espíritu. Que la montaña en el derrumbe que soy hoy se resguarde atrás de un roble recio.
O ser, por lo menos, la próxima víctima del azar y que el sol me consuma.
Pero este estrepitoso tambaleo que parece infinito... no.

miércoles, abril 06, 2005

Un tropezón no es caida.
¿Y muchos tropezones?
¿Y un empujón?
¿Una caida es una caida?
¿Cuál es el número máximo de caidas consecutivas soportables?
¿Cuántas veces me tengo que caer para darme cuenta que, como el boxeador apaleado, mi mejor lugar para sobrevivir es la lona?
¿O no será así?
¿Un tropezón? JA.

martes, abril 05, 2005

Lunatico.

El insomnio es de tus ojos
y los sueños contenidos
del silencio que los cuide.

En la noche soy más mío
y me despego del bramido
de este océano mediocre.

En cambio durante el día
todo está tan manoseado...
y me siento deslucido.
Te veo y en tu saludo
la ausencia es lo que beso.
Te llamo como un abrazo
pero atiende el contestador,
y todos los mensajes
se aturden en mi lengua
se hacen nudos, o aguijones
que mueren sin picar.
Como aprender a leer, esa idea que surge es, de una vez y para siempre, completamente invencible.

domingo, abril 03, 2005

¿qué pedazo de mí está arriba de la mesa?
Punto. Coma.
¿o qué?
Eh... claro... una astilla de mis capacidades se sienta en el borde de la ventana, lo medita, ve el horizonte y se deja caer. Aburre y se aburre, y cree en su martirización como objeto de eternidad. Falla.
La otra, la que intenta despreocuparse, termina con pastillas para dormir. Necesita sueño, mucho de él, no puede por sus propias para alcanzar ese coágulo en las ilusiones, para que la herida no sea una hemorragia donde se escapen tantas creaciones sin límites. Para poder, sin tanto alboroto, retener ese pequeño prestigio que anima al amateur poeta a seguir con ese camino indescifrable de sátiras y utopías.
¿Qué queda? Este reciclado de pequeñas gotas de un limón agotado por los dedos que abusan del jugo. Las semillas caen sobre aquel pequño y árido baldío, donde nada crece, nada vive, nada progresa ni aprende, pero toman de los sedimentos marginados cierta dosis de vida que aprovechan como pilar para un furioso revés al previsto, a la probabilidad, y así contagia cierta chispa que incendia mentes inmediatas, y seres contiguos.
Y así y todo, en el medio de un lago de aguas habituales, este estancado barrilete hace un campamento de cuestionamientos que se inunda porque, claro... hay diluvio en las ideas, y los vientos extranjeros pierden la cabeza, la internan, la fusilan con gritos perdidos.
El vaso es fondos, es restos, es aborto de ideas. Y uno lo bebe, porque tiene sed, y ella te dice que sí, que eso tiene su validez ahí, en ese momento, en esa oportuna rabia desesperante. Y las paredes, que se te achican, son otro aliciente. Y aceptás, nomás...
Pero qué tal si no... si lo frío del invierno pudiera ser a elección, si las hojas crujieran en primavera, si la lluvia gris quedara sepultada por tibios aires de noviembre. Si se retirase derrotado el mediocre deseo del frenesí cronológico... si las hojas del calendario en otoño cayeran como las doradas pérdidas de los árboles.
¿Cómo podría imaginarte en un contexto tan químicamente idóneo? Parece que ese dramatismo que te deteriora es algo inapartable. No sé tanto como necesito para eludir el agravio que me provoca tal incertidumbre... o tal contradicción. No podría alcanzar los movimientos de tu baile, ese zig zag que despega mis pezuñas de la cadera del cielo. Y entonces... casi hay resignación, y desdén. Preabandono... desilusión, casi. Impenetrable como la oscuridad, sofocante como una mirada fija, así de crítica es la angustia del pichón que no alcanza por ningún medio la ruptura del cascarón.

sábado, abril 02, 2005

Te prefiero.

Estoy admirando cómo este espíritu vela por tu tacto, sueña ese pelo. Cómo la cáscara del tiempo se va abollando, y el cristal que es esta espera termina cediendo ante tanta presión del ansioso resplandor.
No entiendo por qué, pero, sin necesidad de elegir, igual prefiero tus alas, o ese vuelo inconciente y despreocupado (hasta cierto punto) pero con un vértigo sensible.
Claro, si hay vértigo, hay cierto miedo voraz a las alturas, a treparme a aquella estrella. Pero no puedo vacilar, nomás te acepto como algo que no quiero ni siquiera discutir, como las hojas no discuten a la luz del sol.
Te prefiero, aunque no tenga que hacerlo, aunque no haya un plan B, aunque dude de las conveniencias, a pesar del horror, del temblor... te prefiero.