miércoles, abril 13, 2005

Miedo.

Me acosa el terror... me agarra de los hombros con sus manos firmes, me tira de espaldas a la pared y me aprisiona entre sus brazos, susurrándome palabras de tétrica índole, haciendo que mis oidos sean una tortura de guerra cuasi insoportable. Estoy acorralado, no hay direcciones de escape y mis pies se congelan por el sudor helado.
Quiere ahorcarme, aprieta mi cuello que es tu luz, y trata de quebrarlo. Me paraliza y sigue con su perorata de frases que se apilan sobre la ya infernal inseguridad. Usa la ironía, la suspicacia... quiere derrumbar todo mi monte de cristal con un grito de rabia.
Sangra mi audición, y se torna todo tan pálido... creo que me quiebra. Pero es tan reacio a fulminarme de una vez por todas, que las mínimas ascuas que adornan mis hombros arden por el viento, y me hago de fuego, su abrazo mercenario es ahora un suicidio involuntario. Gira sobre sí mismo tratando de apagarse, pero ya no hay vuelta, y se consume, se derrite, se evapora, se hace nube que me espera, que acecha mi distracción para lloverme encima y otra vez ametrallarme con dudas.
Y vos, mi cuello, mi luz, mis brasas, mi viento, mi paraguas, mi impermeable... sos la heroina de este episodio, que ojalá derive en serie, en duo más que dinámico, en una enorme batalla ganada al horror y a todo lo que nos hace daño.

"... mi ejército no tiene bandera, es solo un corazón..."

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