miércoles, septiembre 26, 2007

De los animales...

Los tres corazones del pulpo, para acercarme un poco más a abarcar en latidos todos los sentimientos que desbordás. Y sus ocho brazos para esas veces que tu espalda se me hace infinita, o poder abrazarte y acariciarte las mejillas al mismo tiempo, mientras que con otra te peino, y las demás las distribuyo en distintos tipos de cosquillas...
Los veinte minutos que duerme la jirafa (esos con vos), para verte soñar y siempre tener un lugar juntos en el día.
El amor inquebrantable de los pingüinos.

lunes, septiembre 24, 2007

Y no tener más sobre mi corazón...

Sombras recurrentes que voltean todo a su paso, bombas que hacen desiertos.
La soledad de sentirse invadido por uno mismo, por ese uno-mismo más tremendo, más tortuoso, más caníbal. La miseria de dudar del final feliz porque sí, por dudar.
Un pensar hijo de puta, nomás.
¿Cómo es posible que proponga tanta oscuridad estando pegado al Sol?
Quisiera una bala que traspase los tejidos y asesine fríamente a mi cerebro.

miércoles, septiembre 19, 2007

Ameghino, por cuántos sueños me viste vagar...

Y aquella casa... ¿qué será de ese album de recuerdos con forma de casa? El jardincito crecido, ya descuidado seguro, con duendes en hambruna. Nunca más un avispero en aquel galponcito (una chapa, un par de maderas... pa' resguardar de la lluvia algunas herramientas nomás). Qué hermosa esa porción de tierra.
Tiene unas escaleras negras al costado que ya la ultima vez estaban medio derruidas, pero se podía subir. Y esa terraza desplegando su potencial de gloria es algo que no debería dejar solamente en este vagón de recuerdos que acabo de abrir. Me imagino la dulce neblina mezclándose con el verano y sus ocasos y se me derrite el espíritu. O unas noches de luna llena ideal para el licántropo que se alberga en ciertos rincones del ser.
Qué será de los niños que dejamos siendo ahí... ¿habrán elegido el mismo camino que nosotros?
¿Qué será de Alejandro y Andrea?
Hay una plaza hermosa que ocupa la enorme ochava diagonal, donde supieron ensayar obras murgueras, con la estrella de Perséfone y los choripanes más ricos de toda La Teja.
Le habían puesto un supermercado cruzando la avenida, creo que es algo piola para estos momentos de la vida donde los fines de semana vamos a visitar a los parientes chinos tan seguido, pero le quita un poco esa simpleza tan suya.
Y ese personaje maravilloso que se encarga de que todavía sigan vigentes las manos de mi bisabuelo: el Poroto. Qué nobleza encarnada, qué gentil espiritu. Enamorado del whisky, señor anfitrión, querible aunque no quieras.
Encima las pequeñas glorias: los Vascolet espumosos, los helados regalados, tardes de gastar championes en el frente, noches del miedo más inocente...
¿Cómo pedirle al corazón que no deje un brazo ahí?

Tomi.

No sé por qué, pero acá estás
clavado como un dardo en el blanco de mi memoria.
Del jardín de la nona me fui a tu gris correteo
y entonces la tristeza de no haberte cuidado
de aquella estupidez.

No es excusa la niñez, porque tu vida era vida igual.
Pero esa inconciencia frívola es hoy el tormento de la tormenta que no está.
Nomás quiero exorcizar tu recuerdo.
Y contarte de este duelo con delay.

Hasta la ironía de tu muerte pascual te hizo especial,
como el que te trajo a mí, como tu charrúa tierra natal.
Nunca te quise hacer mal, aunque no me preocupé por hacerte bien.
Quisiera otro atardecer como aquel, ahora... quisiera.

Pedacito de Paisito.

Del otro lado del charco hay una sucursal de Macondo.
Un rincón hospitalario, amalucado, tranquilo. Otros ceros, más brazos ocupados, más dedos también. Otros nombres.
A veces hasta parece una cruza entre la grisacea melancolía porteña y esa cosa de alegría que flota como motas de polvo en el ambiente brasilero, y una calma tan suya...
Es isla continental, salvada de océanos ofensivos.
Pero otras veces se planta más turbia, se hace de una nostalgia plomiza, se nubla y guarda con dejarle un minimo lugar de juego a la tristeza porque la entrada al laberinto es libre y gratuita.
Sus árboles artísticos dan dulces frutos, que no siempre caen cerca de las lisiadas ratas.
Qué gran lugar para tomar ese café que no se me ocurrió tomar.
Su marco también encaja perfecto con un romance ya caminando, despertando más las sensibilidades que ya están deliciosamente al dente. Los rincones que podrían hospedar nuestros besos...
Qué dulzura de lugar.
Bañada de oro, protegida por la misma piel (pero de curiosa forma), esa líquida criatura hace burbujas de gloria en tu sed de locura: Patricia, te había extrañado.

jueves, septiembre 13, 2007

La verdad en cuotas.

Guerras que se pierden a si mismas
en victorias de sagrado noticiero.
Rehenes del árabe y de los UV
que conjuran maleficios al futuro.

El que muere engrosa tapas
protagoniza el mejor dígito
que cargará como nafta un morbo
babeando espuma marca Babel.

Y hay que ver cómo está el cambio
en los fúnebres valores
que por un par de marines
las notas pagan el doble.

miércoles, septiembre 12, 2007

No sé por qué los ce.

¿Hasta dónde y hasta cuándo seguirán clavando sus espinas estas sombras celosas?
Siempre rozando el cuello ese filo desconfiado, siempre brotando la sangre sucia de las heridas en la imaginación.
Tristezas abstractas, miedos feroces, ardiente inseguridad (pero con el ardor de los peores tormentos, no de las piras renovadoras).
Cualquier palabra es chispa que desata esos infiernos.
Cualquiera puede ser el monstruo que devore con fruición los sueños de eternidad.
Tan indefenso estás, tan indefenso... la inocencia te duele hasta en la punta de los pelos.
Pero si no ponemos fichas en nuestro rol de ilusos, nada queda por esperar.
Y 'nada' es bastante poco para sobrevivir, para resistir, aunque de por sí debas resistirte a vos mismo.
Pecado de egoismo: cómo le duele a esta fantasía compartirte en tus halagos, en tu dulzura, en tu corazón y tu alma, cómo duelen los pasados, o hasta la pupila que te salpica.
Maleficio del ser, este atado de fantasmas que se cargan en los tobillos del alma como grilletes insoportables.

lunes, septiembre 10, 2007

¿Qué sejo le ponemos?

¿Qué se puede aconsejar?
Si su amor lo destruye.
En un tirón infinito
el dolor es estar.

Pero igual algo hay.
El abrojo precisa dos partes
y tu bobo se hizo cargo
del lado que no se deja.

Es que él no sabe soltarse
y cuando me hace esa pregunta
no sé si responderle
desde el romántico incansable
desde el amigo elegante
o desde el soldado de la calma.

Sólo pretendo que sane
la grieta en su resplandor.

Un tuerto de espíritu.

"Una jaula para los ciegos.
Denles de sangrar en sus ojos,
háganlos llorar, pero no los dejen sentir."
Dijo el rey, dijo el dios,
y en un estallido rebelde
donde convergen el bien, el mal y la calma
cayó la fría condena de oficio
se volvió de la raza maleficio.

Pero no debemos ser la ignorancia
porque la oscuridad del ciego
también sabe susurrar verdades
y de las más crudas, eh.
De las más crudas...

lunes, septiembre 03, 2007

Ella, ellos, él.

Ya pensó hasta perder el sentido.
Está sentado en una mesa, compartiendo carcajadas con tres amigos, pero no entero: siempre un pedazo de él mira hacia el costado izquierdo, siempre se encuentra ahí consigo mismo y su rincón idílico, dedicándole hasta el tiempo que no tiene.
Y a veces ese cachito le arrastra un poco más de sí mismo, y se ausenta del lugar donde está su cuerpo para correr por los campos de fresas que Juancito y compañía le fabricaron en los alternativos de la conciencia.
Todavía no sabe bien por qué, pero desde que ese Valentín le regaló un flechazo certero, todo tiende a arremolinarse en su interior con otros matices, otras tragedias, otras pasiones.
Encuentra la paz de a ratos, pero se esconde como las cosas que más buscás. Son los duendes, le han dicho.
El problema es cuando su otro él le pide más explicaciones de las que puede darse.
No le gusta no entender. Esa ignorancia le pica como un sweater, es infalible el cuestionarse, es un buzo de la razón que no cesa en su profundidad, que no acepta fondos.
Y deshace su comodidad intelectual con preguntas remotas a las que nadie podría llegar cabalgando una respuesta.
Entonces, dije, pierde el sentido.
Y lo vuelve a encontrar cuando se da cuenta de que acaba de vivir los quince minutos que podrían haber sido, felizmente, los últimos de su vida: la sencilla poesía de compartir carcajadas con esos queridos locos.
Luego lo volverá a arrastrar su amor de sueños, su sueño de amores, la intranquilidad de saber que no está bien con ella porque ella no está bien con él, pero se debatirá ya sin el óxido en su engranajes, sin el dolor que conlleva pensar con una sombra bordada en la psiquis.
Quizás no logre ya salvar al mundo entero, pero hay un corazón que todavía le vale la pena.

La zozobra.

Las agujas del reloj no suturan tu herida,
sólo pinchan un globo atrás de otro,
transforman burbujas en chispas muertas.

Las aguas de este mar sirven de escenario
para las sirenas del naufragio hostil
o los hundimientos más espectrales.

El viento se lleva con él lo hermoso
te deja desnudo y frío
en el medio de la soledad.

La luz enceguece pero no alumbra
quema pero no entibia, seca.

Y esta tierra te entierra
pero sólo florecen lápidas.

A morir sin que lo noten los demás...

Si esta pista de atletismo sin carteles no se comunica con el ser, la desesperación lo hará tronar.
Quieren liberarse todos los espiritus que constituyen su cosmos, quieren salirse de sí mismos y destripar la realidad de una buena vez, apagar las ideas o prenderlas hasta que ardan.
La locura o el remanso, dicen que otra no le queda.
Aunque ponga todo lo que es al servicio del amor, no hay trato con su psiquis.
Entonces deberá deshacerse, hasta que las particulas de su cadáver se dispersen en todas las direcciones, y el fuego consuma todo lo que escape del espíritu.
La renovación de la vida a través de la muerte es un proceso necesario cuando todo lo que se es entra en proceso de marchitación.

domingo, septiembre 02, 2007

Treguntas.

¿Qué milagros cocinarías en el Sol?
¿Qué harían los Incas si la conocieran?
¿Qué tres deseos pedirían tus deseos?

Desaparición.

Goma de borrar en el anotador del destino.
Llanto que no se siente al caer sobre los charcos de la llovida ciudad.
Bota emparchando con su huella las rasgaduras por donde salir al Sol.
Lo innegociable, negociado.
Como jugar sabiendo que está arreglado.
Como invierno hasta nuevo aviso...

¿Qué Pacha?

El olvido va viajando en colectivo
por un ramal que pasa lejos del sentir.
Los pasajeros se apiñan contra el cemento
(pero el cemento también se acaba)
y devoran sin escrupulos la ensalada del mundo
termitas de la geografía (para ellos geograFría).
Luego sacian su sed con las pocas aguas
que aun no enturbiaron bien.
Y ríen, vencedores gloriosos
de un coliseo absurdo e imperial.