viernes, mayo 31, 2013

Acechando verdades.

Navegando en la noche
con el velamen a pleno,
sintiendo el dulce viento
que moviliza al mundo
en su gira constante,
aplastando a la inercia
con canciones salvajes
y destellos ambizurdos.

Lavamos con cenizas
las náuseas del pasado
para dejarle paso
al nuevo estereotipo,
tan lleno de miserias
como su predecesor.

Crédulas frivolidades
serán servidas a diario
pero no las voy a tragar
no satisfaré su nada,
no comeré a desgano
la sobras de sus sombras.

No sorberé la zozobra
de la intención de su obra.

miércoles, mayo 29, 2013

Un libro y un cuchillo sobre el escritorio: están mudos pero gritan a los ojos, y mienten -aunque uno con más gracia que el otro. Como siempre, surge una perfecta analogía del ego. Y el arte se desplaza hacia el centro de la escena, y ahí todo toma otro(s) color(es).


martes, mayo 28, 2013

Profanadores.

Sos cuenco de la lluvia:
en tus hendiduras cabe
perfecta la tormenta
deshaciéndose, luctuosa
como los atardeceres
que nos otorga el otoño.

Ríos de tu sangre ensucian
restos de amarillento cotillón
enredados con ideas viejas,
yéndose por la corriente
hacia, esperemos, la nada
o el castigo que da el tiempo.

¡Cuánto daño a tu misterio!
Replegado, adolorido,
fustigado por los popes
que pretenden maquillarte
y al unísono (en silencio)
te vacían las entrañas.


jueves, mayo 16, 2013

Ventisca.

Viento que lleva
esquirlas mojadas
y trae un invierno
en sus espaldas.

Viene de adentro
-pero desde lejos-
con penas frías,
con soledades.

Viento con filo
que corta el tiempo,
tu racha sibilante
tiñe este silencio.

De punzante paso
entusiasta y sin dueño,
mostrando el misterio
a quien quiera verlo.

Moviendo la vida
es como vive el viento.

martes, mayo 14, 2013

Entusiastas de la nada.

Veo una vereda frente a la mía: está vacía, pero llena de gente. Es un paisaje gris, un placar lleno de muertes e ingenuidades oscuras. Las personas tienen rostros difusos, y no se distingue bien dónde terminan sus contornos y dónde comienzan sus sombras.
Habita esa ribera acordonada también un murmullo constante -casi un zumbido- conformado por quejidos y sollozos: pareciera nunca haber motivo para oír el estruendo de una risa (de hecho los chillidos son más efusivos cuando en esta acera estalla la algarabía), sólo se puede percibir el rechinar de una sonrisa oxidada en los momentos en que la riada crece hasta nuestra calle, amenazando con el naufragio. Eso sí: no es plausible ver las bocas-génesis de esas voces que abastecen el murmullo.
Un rasgo particular de los sombrosos es que nunca ponen sus dos ojos sobre nosotros: siempre hay uno que mira al norte, perdido en un horizonte lejano y ajeno (aunque hecho propio por vaya-uno-a-saber-qué-berretín), con el brillo del embeleso; en tanto el que mira hacia esta vereda está siempre inyectado en sangre, como airado o envidioso. Tampoco son cultores de analizarse por dentro: prefieren tener la mirada puesta en lo foráneo.
Son, sí, muy religiosos, al punto de adorar fervientemente cruces, rejas y cadenas, clamando con urgencia por ellas en su ausencia. Esos símbolos sagrados traen una carga inherente de moralina polvorienta y conductas represivas llenas de telarañas. Espíritus destructores, detractores de los progresos que no se centran en sus umbríos egos.
En cuanto a la Libertad, creen que está delimitada por los nombres propios, las elecciónes entre multinacionales o el acceso a unos pintorescos papeles. Pasan más tiempo quejándose por esas falencias que pensando en soluciones o disfrutando sus posibilidades (generalmente más amplias que las de estas veredas).
Pero todo esto no tendría nada de malo si ellos mantuvieran su penumbra del lado que les corresponde, y respetaran nuestro intento constante por ir detrás del sol; el problema es que últimamente creen que esta luz amenaza su lúgubre reino, y esa excusa les es suficiente para pretender invadirnos e imponer su oscurantismo en este lado de la calle.


jueves, mayo 09, 2013

Retrato.

Afuera todo es quietud,
un manto oscuro y parco
sin frío para temblar
ni calor para bailar.

Imágenes sin ojos
que estallan en silencio,
las estrellas tan firmes
como los adoquines
con la mirada perdida
en otras lontananzas.

Algún fantasma errante
se mueve con sigilo,
preso de la prosa
derritiéndose en su mente,
soñando con canciones
hechas a su medida,
volando a pesar del peso
que le impone su pensar.

Los cordones vacíos,
los árboles sibilantes,
un río que no se ríe
ni de su propia inexistencia.

Voces inalcanzables
estrellándose en la distancia,
apurándose hacia el vacío
de sus noches impecables.




jueves, mayo 02, 2013

Marchita quietud.

Ya te veo venir
muy dispuesto a llenar de plomo
todo este volátil magín
con tus días sin matices,
cargados de soles débiles
que llegan con lo justo
-trémulos, jadeantes-
al tenue mediodía.

Vislumbro tu intención
aletargante y obstinada,
espléndida en los ocasos,
marchita por la mañana.
Tu vórtice de quietud
arrastrando mis promesas,
llevándolas al exilio
(que es un poco la muerte).

Estallo desde la silla,
pendo de tu propulsión
para resurgir del cieno
que empantana las horas.

Acorralado por la inercia
el moverse es un milagro.