jueves, diciembre 22, 2016

Representantes de un vil ayer.

El sol y los centauros
se adueñan de Diciembre
en un teatro refrito
que siempre huele a muerte,
a asfalto coagulado,
a esclavos efectivos.

Los recuerdos se mezclan
en un vapor luctuoso,
las esquinas se exilian,
los cráneos escasean.

La argucia del legado
dispersa y anestesia
a un gran sector privado
(de análisis e ideas)
difusor cotidiano
de axiomas con copete.

Y vos, yendo a rezarle
al santo pertinente,
dejando la esperanza
en los Clasificados.
 Y ellos, en su recreo
extenso, descansándote,
durmiéndote los sueños
ausentes y mohosos;
brindando sin brindarte
pidiéndote sin darte.



domingo, junio 19, 2016

Inopirexia.

Se te incendia el falso sueño,
empapado en los delirios
que le exprimís al desierto
cuando la sed ya lo es todo
y, aunque te separen pasos,
ese oasis no se acerca.

Del silencio a los gemidos
(sin placer: martirio y cama),
vas rodando en pesadillas
que se roban tus vigilias.

Esos monstruos invisibles
que te sitian la consciencia
se ríen desde su ausencia
mientras drenan los colores
de tu piel y de tus ganas,
de la dermis de tu alma.

Con los ojos ateridos
ves la ruina que encarnás
y ardés en tu propia hoguera
que es un infierno sin sal.

El mundo erigiendo fiestas,
y vos no llegás a escombro.
Qué ironía esta condena,
injusta e inoportuna:
Justo vos, que hasta la luna
te ha de deber una noche,
caés en la peor instancia,
morís con la mesa llena,
con el escenario hirviendo
y abrazos en las gateras.

domingo, junio 12, 2016

Ficción infecciosa.

Tras el mohín de leviatán hay un halo pretencioso, un fetiche coloquial con ambiciones de avatar.
Su sombra lo va moldeando: recicla los trucos eficaces de rancios cuentos pasados  (con sus miserias congénitas y sus terrores innatos), y consigue que su monstruo se transforme en un señuelo digerible y funcional.
Construye una mística estética con aspiraciones aristocráticas y finanzas forasteras, convence a los descreídos de que la fe es una quimera, reprende a los deprimidos por no llenar con sonrisas los vacíos en sus mesas, invita a los marginados a la tribuna de su riqueza. Y Así domestica ahora a esas pretéritas fieras que ayer perseguían cebras entre furiosos rugidos y hoy son gatos ronroneando con un interés mendigo.
Su taller es un teatro con actores poseídos por papeles corrompidos, y la tinta de los guiones es la sangre que sus manos han lavado con olvido. Representan la tragedia de un Ouróboros maldito, que se aferra a sus infamias y repite, cual condena, las instrucciones del ciclo. Mientras el sapo, sin miramientos, va dibujando su círculo...