domingo, junio 19, 2016

Inopirexia.

Se te incendia el falso sueño,
empapado en los delirios
que le exprimís al desierto
cuando la sed ya lo es todo
y, aunque te separen pasos,
ese oasis no se acerca.

Del silencio a los gemidos
(sin placer: martirio y cama),
vas rodando en pesadillas
que se roban tus vigilias.

Esos monstruos invisibles
que te sitian la consciencia
se ríen desde su ausencia
mientras drenan los colores
de tu piel y de tus ganas,
de la dermis de tu alma.

Con los ojos ateridos
ves la ruina que encarnás
y ardés en tu propia hoguera
que es un infierno sin sal.

El mundo erigiendo fiestas,
y vos no llegás a escombro.
Qué ironía esta condena,
injusta e inoportuna:
Justo vos, que hasta la luna
te ha de deber una noche,
caés en la peor instancia,
morís con la mesa llena,
con el escenario hirviendo
y abrazos en las gateras.

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