lunes, febrero 24, 2014

Vuelo sin orillas







Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo flúido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.




Oliverio Girondo.

martes, febrero 18, 2014

Incoloro.

Se funden las palabras
detrás de las miradas,
chorrean por los dedos
como tintas espesas,
incendian los renglones
con su pasión en llamas.

Montados en un verso
revuelan los dragones
de sueños del pasado
sobre nuevos albores,
hoy algo más opacos
ansiando sensaciones.

Antiguos melodramas
ardiendo en las escamas,
clavando sus espinas
en medio de la cama,
decorando las ruinas
de esta marchita grama.

Descoloridas musas
destiñen al poeta,
van volviendo difusas
las flores de sus letras.

Invacíon.

Me devoro a tragos tus besos,
los bebo con lujuria,
los muerdo, empantanado
en el borde del infierno
en la esfera del parnaso
en el límite mundano
de la muerte y sus atajos.

Abrevo de tu nada
que se me ofrece toda
en fuentes diminutas
o esquinas apremiantes.

Ignoro los designios,
descreo de los sabios.

Escucho a mis latidos
-con su lenguaje extraño-
vibrando la receta
para salir volando.

Respiro los sonidos
que cantan en la noche:
son parte de mi sangre,
circuito intransigente.


miércoles, febrero 12, 2014

A la sangre lo que es de la sangre.


Día a día nos enfrían el alma con muertes y engranajes, con la cotidiana maldad manando de mil estratégicos rincones, desde los riñones del titiritero.
Hora tras hora el asedio digital gana batallas, centímetros, neuronas, latidos, ilusiones.
Minuto a minuto la ultraviolencia ultravioleta se come nuestros horizontes sin pausa pero sin prisa, hasta escupir la osamenta pelada del espíritu colectivo, para que el tiempo termine pulverizando los insensibles restos.
Segundo a segundo el enclaustro va invadiendo la emoción, que se atrinchera y entonces ya es derrota contrarreloj.

Y yo lucho segundo a segundo por salir de mis propias prisiones, aunque tenga que voltear los muros a cabezazos.
Y minuto a minuto me aferro al espinoso rosal que es el amor para no dejarme llevar por la voracidad de las pantallas.
Y hora tras hora resisto tecno-embates resguardando mi emoción bajo el aura de la Luna.
Y día a día vuelvo entibiar mi corazón con la sangre que derraman los piolines que corto en cada amanecer.

lunes, febrero 10, 2014

Irreal.

Delirios de Prometeo
cayendo sobre el presente,
despiadada eternidad
royéndome el ala diestra
su abyecta voracidad
perseverante, siniestra.

La sangre rebalsa el río
que rueda por la montaña
y envenena los océanos
con una toxina extraña.

La noche va a la deriva
sobre un bote de cartón
a besar la espuma-orilla
del vidrio en el corazón:
un espejo sin reflejo,
ni fondo, ni inspiración.

¡Delicioso maleficio!
¡Vorágine sideral!
Se cosechan las proezas
en este rastro de sal:
estrellas recolectadas
por fuera del espiral.

Antídotos sin receta,
veneno de lo normal.




viernes, febrero 07, 2014

Antibiosis.

Hundiéndonos:
vos, en mi sangre;
yo, en tus palabras
blancas, radiantes.

Buscándonos:
vos, en mi mente;
yo, en tus penumbras
negras, distantes.

Hiriéndonos:
vos, mis mañanas;
yo, tus infamias
sepias, amantes.

Ardiéndonos:
vos, en mi hoguera;
yo, en tus silencios
rojos, errantes.

Perdiéndonos:
vos, en mi historia;
yo, en tu demencia
gris, atrapante.

Vertiéndonos:
vos, en mi oxígeno;
yo, en tu epitafio
añil, delirante.

Burlándonos:
vos, de mis ganas;
yo, de tu naufragio
marfil, farsante.

Royéndonos:
vos, estos pigmentos;
yo, aquellos dolores
incoloros, de antes.