lunes, febrero 10, 2014

Irreal.

Delirios de Prometeo
cayendo sobre el presente,
despiadada eternidad
royéndome el ala diestra
su abyecta voracidad
perseverante, siniestra.

La sangre rebalsa el río
que rueda por la montaña
y envenena los océanos
con una toxina extraña.

La noche va a la deriva
sobre un bote de cartón
a besar la espuma-orilla
del vidrio en el corazón:
un espejo sin reflejo,
ni fondo, ni inspiración.

¡Delicioso maleficio!
¡Vorágine sideral!
Se cosechan las proezas
en este rastro de sal:
estrellas recolectadas
por fuera del espiral.

Antídotos sin receta,
veneno de lo normal.




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