martes, mayo 28, 2013

Profanadores.

Sos cuenco de la lluvia:
en tus hendiduras cabe
perfecta la tormenta
deshaciéndose, luctuosa
como los atardeceres
que nos otorga el otoño.

Ríos de tu sangre ensucian
restos de amarillento cotillón
enredados con ideas viejas,
yéndose por la corriente
hacia, esperemos, la nada
o el castigo que da el tiempo.

¡Cuánto daño a tu misterio!
Replegado, adolorido,
fustigado por los popes
que pretenden maquillarte
y al unísono (en silencio)
te vacían las entrañas.


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