El humo me atraviesa
en forma de palabras
que escapan urgentes
de mi ánima febril
hacia un horizonte
difuso y escamoso.
Los días son suspiros
-perfumes de un segundo-
que creo sentir pasar
y así vuelvo a comenzar.
Invito a los vientos
a volar sin frenos
pero no se animan
si les cae la noche.
Cuelgo con la Luna,
le cuento mis silencios
y ensayo unos piropos
para su leal fulgor.
Sonrío ante la sombra
que roza mis espaldas
sabiendo su consejo
oyendo con el alma:
lo que no sea sentido
no tiene por qué ser.
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