viernes, octubre 15, 2004

La máscara sensual.

-Decime, a ver... ¿por qué para que entiendas que te quiero es necesario que te haga pensar lo contrario?

El silencio gana la lucha contra la conversación. A partir de ahí, se cruza una mirada cargada de razones, de ciencias, pruebas y contrapruebas sobre por qué el sueño de jugar para divertirse es sólo un sueño. Sabe que la está haciendo pesada, densa e insoportable. Sabe que lo tiene agarrado de la cola y más. Pero no sabe que él está a punto de entenderla.
Entonces, sólo entonces, la cabeza del condenado hace erupción y explota una idea cósmica que voltea la realidad. Saca el pie de su cabeza, se limpia el polvo, y comienza a crecer desmesuradamente. Su sombra ya baña la anatomía de la ahora pequeñísima mujercita.
Nace una nueva verdad.
De pronto la situación es el espejo. La muchacha olisquea el aire y se da cuenta de que perdió su aroma a premio mayor y carga con el rótulo de "molestia" en la frente. Revisa alrededor, y sólo encuentra los dientes de una sonrisa despojada de cualquier piedad. Está colgada de un diente. No hay sogas, no hay nubes, no hay agua... pleno abismo de la indiferencia, y ella por caer a causa de un capricho inútil que se transforma en paradójico castigo, en la moraleja asesina:

- ¿Ves? Ese es nuestro abismo. Si te tirás, nos une. Si te vas, nos separa. Si te quedás colgada, nos destruye.

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