martes, junio 23, 2009

Otra vez.

Producir una sonrisa. Provocarla.
Apretar el nervio justo que genera ese alzamiento de comisuras y le saca brillo a los oclayos.
Volar en esa etérea alegría...

Las cosquillas rescatan una inocencia exacta.
Y el cielo se acerca a nosotros cuando extiende sus manitos:
a él por estar bien alto, a mí por su sensación.

Y, como por ósmosis, recupero niñez y vida.
Ser el asiento propulsor de una imaginación
me devuelve al sueño original.

Entonces su sonrisa es mi sonrisa,
y ya no sé dónde terminamos nosotros ni dónde empieza el cielo.

1 comentario:

Melimé dijo...

Esto es tan mágico como verte a vos y a los otros nenitos siendo protagonistas de esa historia fantástica en la que se sumergieron.

Sus sonrisas y las tuyas fueron las que inspiraron a lo que movió que nacieran las mías.
La misma sensación suave y fresca que me bañó el alma al leerte de vuelta.

Vas a ser un padre hermoso.

:o)

Te amo.