Añoro la primavera como la niñez, como ese tiempo donde todo rebosa vida, donde todo zumba y revolotea entre jardines y charcos y árboles, y la eternidad late con cada juego por emprender (porque los juegos eran viajes instantáneos, naufragios placenteros en un océano lúdico sin horizontes ni inoportunos timbres).
Por eso, cuando llega Septiembre siento a mi alma escaparse del letargo invernal, y recobrar ese flujo intenso que convida su énfasis a todo mi ser.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario