viernes, septiembre 20, 2013

Los apasionados.

Demonios silenciosos (por momentos),
amantes del descanso y el desvelo,
acumulan noches heroicas,
estoicas madrugadas esenciales,
mañanas a prueba de balas.
Siempre buscando una racha
de viento que los lleve más allá.
El soplido los acerca al mediodía,
caminando aún el cansancio
entregados a la aventura de buscar
en ese mar tan lleno de tesoros.
Todo es ilusión mientras bailamos
con alguna mendocina delirante,
con una rara belleza porteña,
o la que venga a movernos los pies:
somos un séquito de enamorados
completamente entregados
a esta danza resplandeciente,
incendiandonos al unísono.
Entra la tarde en escena
y el polvo se vuelve olvido,
se va lejos, como el frío,
como el viento, el agotamiento,
como el hambre (y la sed a momentos),
como la lluvia escarchada
sobre el vapor del sentimiento.
Todo se fuga menos la ansiedad
efervescente por verte brillar, y bailar.
Una voz visceral, una sombra festiva
capaz de amansar a los monstruos
que conviven en nuestros infiernos
y volverlos poesía por un rato,
amando hasta el punto exhausto
de un esplendor al unísono.




No hay comentarios.: