jueves, septiembre 28, 2006

Inevitable.

Qué solos nos deja la muerte. Qué jodidamente solos nos deja.
Es el manto de nada que le pone punto final a un firulete único.
Es el barrio sin adoquines, la bandera en el cajón, y el eterno bandoneón de lo que nunca rebotará para el lado de acá de la línea.
La margarita que no nos quiere ni el poquito que no cabe entre los dedos.
Desonsuelo, húmedo desconsuelo de los que pellizcaron pedacitos de ese corazón que era un flan.
Nos hicimos cosquillas, y algunas se quedaron pegadas en mi alma, coño.

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