Dicen que en un jardín vieron un hada
y que el sol la hizo brotar esplendorosa
con arabescos dorados adornándola,
verdes luces la vestían y amparaban
su mirada encarnada de ternura,
que sus orejas se volvían puntiagudas
ante los ojos que dormían en ella,
y unas alas tornasol para diluir
el suelo que nos ata a beber la Realidad.
Yo les creo.
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