Me encantan esos dos nenes elevando en acrobacias un colorido barrilete.
Ver las risas apretadas en sus caras coloradas, los ojitos brillando estrelladísimos.
Caminando los senderos de su amor (entre ternuras y pinchazos en el alma), viajando por todo el mundo en doce baldosas locas.
Analizando como arquitectos, diseñadores, músicos o pintores las bellezas que la vida les ofrece.
Abrazándose como dos esponjas que se escurren la una a la otra.
Besándose, a veces suaves, otras volcánicos.
Las encendidas miradas, los soles recurrentes, la infancia más añeja.
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