sábado, febrero 26, 2011

Más que más.

Llegar a la cima de la pirámide
con inmaculados espejismos
fue un juego al que sus tretas
se acostumbraron sin esmero.

Pero el cielo, implacable,
se nubla a su merced
y los mareos de la altura
suelen precipitarlo.

¡Esa ambición tan humana!
Sin promesas realizables
cuando median los exilios,
todo empezó a tambalear:
los billetes amontonándose
inútiles, sucios, grises
en los miserables rincones
del acoso de la soledad.


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