Qué lindas le quedan al barrio
las veladas de luna llena,
y qué bien le sienta el estío
con sus perfumes de almíbar.
Y las calles, con los callos
de tantas pisadas tintas
que pesan en la piel pétrea
de los olvidados adoquines,
en el confín de su esencia
(testigo y mito insoslayable).
Sentir tu caricia amable
amansando mis ansiosas plantas.
Verme rodeado por el alba
en tu entrañable decorado
embellece las miserias
que afloran cuando amanece
y deshace lo sombrío
con su abrazo inquebrantable.
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