domingo, enero 29, 2012

La nostalgia, esa fatalidad.

Se aleja en la lontananza
y queda su estela ahumada
royendo mi espíritu ajado,
ya hecho jirones de pena,
derramado sobre el suelo
rendido en su nostalgia
profunda como la historia
que nos arraiga ad eternum.

Todo lo que era promesas
de albores interminables
hoy se ha consumido entero
legando un mar de cenizas
para que nade el recuerdo
y se ahogue de inmediato
en lo imposible de siempre
(nunca un final fue feliz).

El tiempo se encargará
de atenuar, con su costumbre,
la congoja que ahora arrecia
y quedará un sabor salado
como a lágrimas resecas
en el fondo de algún vaso;
pero no podrá sanar
la herida de la distancia,
ni su crónica insistencia
ni esta terrible ausencia.

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