Noche de arañas
y luna risueña.
Llamados lejanos
a sordos ángeles.
Quejido de hojas,
techos crujientes,
tormenta urgente
en la urbanidad.
Todos en fuga
rumbo a la ausencia.
El mar, recóndito
ruge sin pausa:
¿será el suspiro
de una nostalgia?
Se quedan las veredas
más solas que las calles.
Otro eólico embate
arrastrando cementerios
en ráfagas de hojarasca
que hamacan la luminaria
y van repartiendo sombras
en caprichos pendulares
como febriles delirios
o un vaivén emocional.
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