miércoles, marzo 12, 2014

Rendición estival.

Son oscuras las ramas de este bosque:
a pesar del día y sus vanos intentos,
la luz se deshace antes de llegar,
como sueño frágil al rozar un ruido.

Las copas tienen poco de perennes:
un duende las devora entre penumbras
que salen de la boca y se desbocan
y ocupan los espacios ya vacíos.

El silencio se ha rendido a la utopía
y apenas si araña una leve calma.

Caen fusiladas las mariposas,
las grises hojas, las musas secas,
dejando un sacrílego crujido,
susurro de próximas ausencias.

El sol febril se va en su ocaso,
enfila hacia el agónico horizonte.
Se oyen ya las voces del martirio,
presagios del exilio inevitable.

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