miércoles, marzo 26, 2014

Memoria vs. Amnestesia.

La memoria es un ejercicio diario, un ritual sentimental que rescata de las sombras lo que el tiempo va tapando.
La memoria es un fuego que arde en tanto lo alimentamos (es darle a la muerte vida nuevamente: transformar lo inanimado en luz, calor y belleza).
La memoria no se usa como un disfraz obsoleto que sólo cobra vigencia en contadas efemérides: es el amuleto cotidiano que nos protege del espanto agazapado en el mañana.
La memoria no es un monumento para visitar empuñando el llanto, sino el pulso que le da vida al pasado para que no lo devore la tristeza del olvido; es el estoicismo del soldado que batalla a la intemperie contra el enemigo, la desventaja y la soledad.
La memoria no es clavar cadáveres de flores en tiestos marmóreos: se parece más a plantar recuerdos para que florezcan ideas en magines yermos.
La memoria no es un libro quieto y completo, sino una carpeta de tapas abiertas que va por el tiempo siempre dispuesta a tintas distintas.
La memoria es el muchacho trémulo apostado en un escalón, sosteniendo su libertad con ojos de fiera, lleno de miedo y de pasión, enterado de la intemperie legal y aún así exponiendo sus alas en la noche, a sabiendas de que cada baldosa resignada es un paso atrás en la batalla contra la amnesia y su anestesia.
La memoria es recordarle al presente de dónde viene para que elija con motivos hacia dónde quiere ir.

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