A veces el otoño tiene el moño de dorarte, Buenos Aires.
Entonces yo me pongo media sonrisa
que parece que se desliza, pero en verdad
sólo contagia a la otra mitad.
Pasa que tenés las pantuflas puestas
y necesitás un poco de calesita
de parque con la juventud cordial
de un baño de chocolate
en lugar de otro refrito.
A veces hay que sacar el corazón
para que tome un poco de aire.
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