jueves, diciembre 11, 2008

Miedos nuestros.

Temo, pero amo, y entiendo.

Los berretines del corazón son muy difíciles de gambetear para un alma sensible, y muy fáciles de aprovechar para los demás.
El optimismo sobre la bondad de la gente tiene ciertos límites que la realidad impone.
Pero uno tampoco es nadie para meter el garfio en una olla de la que no va a comer.
Es que ocuparse de la felicidad ajena tiene un límite muy delgado con la tiranía espiritual ¿o acaso tenemos la fórmula secreta e ineludible del eterno bienestar?
Siempre que haya excepciones, las reglas serán inútiles.
Pugnar por la alegría de los queridos a veces significa acompañarlos en sus errores, para que puedan sorber el aprendizaje de la caída sin ese sentimiento marginal que genera sombras profundas.
Más allá del resultado, lo mejor siempre es jugar.

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