domingo, marzo 22, 2009

Perdido en su derrota.

Le das la mano al desgano, le das los pies al abismo, como prefiriendo la calma sombra del absurdo, ese sinsentido que te deja agonizando y sin dolor, y a mí colgando de una horca que no me mata pero sí ahoga. Un asfixiante vaivén pendiente de tu aburrimiento.
Los vacíos propios no se llenan con cuestiones ajenas. No hay excusas para acostumbrarse a la tristeza, y los milagros rescatistas necesitan ser invocados para actuar. Si nos sentamos a ver asomar una guadaña en el horizonte, la muerte ya nos habrá ganado la partida antes del final.
Si vivir es una lucha, hay que luchar o abandonar. Y al que prefiere la mediocridad se le tiene reservada una angustia eterna.

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