jueves, junio 03, 2004

El oficio de distinguir no es el mío. El oficio de decretar, menos. No fu hecho Dios, no tengo ganas entonces de determinar. O puede que sí, pero no de este modo. No quiero autoridad, sólo un poco de atención para que el lugar nos sea común y no quede sólo en manos de quienes peor manejan la situación. Mi deseo es sencillo: quiero molestar, no guiar. Quiero una revuelta, pero no en base a mis ideales, sino a mi paz, a la paz. O quizás esa paz sea un ideal en sí. Pero ¡joder! Que no quiero un mundo a mis pies ni a mi medida, sólo pretendo tener mi jardín y que nadie orine en él (al menos no sin mi consentimiento), ni yo orinar en el de nadie.

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