viernes, junio 25, 2004

Es el queso y es la trampa, todo junto, en una sofisticada forma de atravesar los campos del deseo. Es la manzana y babel, y la primera piedra. Porque todo lo que se niega, al final termina generando peligro cósmico, desde la planta hasta las estrellas, todo tiene su naturaleza, su uso, su vigor inexorable, su capacidad de ayuda y de destrucción, y nadie debería juzgarlos. Si la más que sabia natura no tuvo voluntad de desaparecer del universo ese extraño ente ¿qué clase de divinidad se cree el hombre gubernamental para ataviar de represión a la utilización de aquel?
Es repugnante saberse miembro de una comunidad colonizadora, represiva, obsesiva, pacata, soberbia e hipócrita, porque esos mismos semidioses castigadores son los principales comerciantes, beneficiados más por sus mandamientos gendarmes, obtusos como una tijera para castrar. Y no sólo atacan, sino que también consumen. Son sus propios criminales de turno, pero con el carnet de la pléyade que le cuelga del bolsillo de su saquito almidonado. ¡Ay, la humanidad! Que chusca representación de la contradicción dañina por excelencia. Un claro ejemplo sobre los efectos secundarios del poder letal y sus allegados. La hipocresía de la hipocresía. Rara avis in terre es quien escapa a estos cánones. Y espero poder leer esto en algún momento del futuro medio y no sentir vergüenza o remordimiento. ¡Abur!

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