viernes, septiembre 24, 2004

Necesidad del lleno, del grueso despertar de un rincón oculto que se escapó de la vida cotidiana y se perdió en el bosque. Eso siento. Ese costado que quedó marginado por propia voluntad. Necesito fervientemente una mano de ese mundo, un remo, un bote, un par de alas que no se hagan humo.
¿Por qué mi mente no puede volar más allá de mi cuerpo?
En realidad sí lo puede hacer, pero siempre le queda esa consciencia amarga de saber que hay una piedra debajo de ella, que la sostiene, la limita, la atrapa, la arrastra. El peso de la humanidad se hace insoportable sobre la frágil espalda de los sueños, debilitados estos últimos por una rutina que fastidia, por un ambiente asfixiante. La ilusión tiene osteoporosis, problemas lumbares y, encima, ganas de suicidarse. No pega una.

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