Acostado en tu lecho
sobre el pesar pacífico
de vuestra absolución racional.
Es que me fomenta
la locura que fermenta
en añejos rincones del misterio.
Su beso me lleva a Dios
como la nube detonante
que el cielo nos ofreció
dejándola en la tierra
cual semilla del paraíso.
Mi mano en tercera persona
derrama letras, supliendo
a la consciencia misma.
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