jueves, diciembre 23, 2004

Acostado en tu lecho
sobre el pesar pacífico
de vuestra absolución racional.

Es que me fomenta
la locura que fermenta
en añejos rincones del misterio.

Su beso me lleva a Dios
como la nube detonante
que el cielo nos ofreció
dejándola en la tierra
cual semilla del paraíso.

Mi mano en tercera persona
derrama letras, supliendo
a la consciencia misma.

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